El País

De cosecha en cosecha: la vida de los trabajadores “golondrinas” en tiempos de pandemia

La angustia por no poder reencontrarse con sus familias durante varios meses y la incertidumbre que genera la espera de los estudios realizados para descartar un posible contigo de coronavirus llenan de “miedo y preocupación” a los trabajadores rurales, conocidos como “golondrinas”, que permanecen en cuarentena después de regresar a Tucumán, pero pese a la odisea confían en que pronto “todo volverá a la normalidad”, según señalaron.

“Ahora estoy construyendo mi casita; será pequeña y de machimbre, pero será nuestra y podremos dejar de alquilar”, cuenta con orgullo Eduardo Fernández, que viajó a Río Negro a fines del año pasado para trabajar en la cosecha de la manzana y llegó a Tucumán después de un largo periplo.

Fernández viajó con su esposa Isabel Nieva y su hija Samira, de 7 años, y los tres superaron momentos de incertidumbres por las complicaciones que encontraron al momento del regresar, ya que los sorprendió la cuarentena y tardaron casi dos meses para llegar a Famaillá, una ciudad ubicada a 35 kilómetros al sur de la capital, donde viven y construirán la casa propia en un terreno familiar.

El trabajador rural le contó a Télam: “Me cansé de pagar alquiler y decidí juntar dinero para construir mi casa”, y agregó que espera tenerla lista en los próximos días, mientras se prepara para comenzar a trabajar en la cosecha del limón.

La posibilidad de contagiarse llena de “miedo y preocupación” a los trabajadores rurales, conocidos como “golondrinas”, que en estos momentos deben protagonizar una odisea para volver a sus casas.

“Los temores son lógicos y las medidas de prevención tomadas son entendibles”, señaló Fernández, que formó parte de un grupo de casi 60 viajeros que retornaron en micro y tuvo que cumplir con todos los protocolos sanitarios.

“Nosotros estuvimos en Río Negro, una provincia donde se confirmaron muchos casos de coronavirus y viajamos durante varios días con personas a las que no conocíamos”, agregó el cosechero.

Fernández y su familia estuvieron alojados en el centro de aislamiento montando en el complejo Ledesma, en la capital tucumana donde les hicieron todos los estudios y cuando se confirmó que estaban sanos les dieron el alta.

El viaje, que normalmente dura 22 horas, esta vez requirió dos días porque “el micro paró en varias localidades para que subieran trabajadores y además atravesó los controles en la ruta son muy estrictos”, explicó Fernández sobre los motivos de la demora.

Los trabajadores una vez que llegan a la provincia son alojados en hospitales de campaña especialmente construidos para este momento de pandemia, entre los que se encuentra el que funciona en el complejo Ledesma.

“Acá contamos con 120 camas disponibles y en un primer momento estaba diseñado para pacientes con síntomas leves, pero al no contar con casos hasta el momento se decidió que funcione como una especie de albergue para los trabajadores que regresan de otras provincias”, le explicó a Télam César Clainberg, subdirector de Salud del municipio, a cargo del funcionamiento del complejo.

“De esa forma podemos hacer un seguimiento de la evolución de la salud de cada uno”, resaltó el funcionario.

El lugar, según explicó, funciona como si fuese un hotel donde las personas alojadas pueden dormir, comer y desarrollar actividades dentro del amplio predio ubicado en avenida Sarmiento y 25 de Mayo, a pocas cuadras del microcentro capitalino.

“Por aquí pasaron más de 200 personas desde que comenzó la cuarentena”, precisó Clainberg, que destacó que “aún no se detectó ningún caso positivo de coronavirus”.

Los trabajadores que se alojan en el complejo son sometidos a una serie de estudios y una vez que se cumplen con los pasos determinados se les permite volver a sus casas en caso de no tener la enfermedad, pero si alguno resulta positivo se activa el protocolo para aislar al resto de las personas y derivar al enfermo al hospital del Este o al Centro de Salud, según lo determinen los médicos.

“Aquí alojamos a familias completas, incluyendo niños, y buscamos que no sientan tanto el aislamiento brindándoles todas las necesidades”, concluyó el funcionario.

Los niños no son muchos pero resulta difícil poder tenerlos entretenidos y, como sucede en estos tiempos, la tecnología es una herramienta clave: “Le presto mi celular para que juegue y pueda ponerse en contacto con sus amigas y familiares”, contó el trabajador Fernández sobre el secreto para hacerle un poco más amena la estadía en el complejo a su hija Samira.

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